CUANDO UN HOMBRE SABE TOCAR EL ALMA… EL CUERPO SE RINDE SOLO
Hay placeres que no se explican… se sienten.
Y hay mujeres que no se conquistan con fuerza, sino con presencia, tiempo y fuego lento.
No todos lo saben, pero una mujer puede alcanzar hasta ocho tipos distintos de orgasmos: el clitoriano, el vaginal, el múltiple, el punto G, el punto A, el cervical, el anal… y uno que muy pocos han provocado:
el orgasmo Valle.
Este no es rápido, ni fácil, ni inmediato.
Este exige entrega, conexión, paciencia…
Y sobre todo, un hombre que no sea chispa, sino llama;
que no corra, que sepa quedarse.
El cuerpo femenino es como el agua: hay que saber calentarla antes de que hierva. Y cuando llega ese punto, se evapora en un viaje donde el orgasmo deja de ser físico para convertirse en una experiencia expansiva, espiritual y regeneradora.
Porque cuando el placer se respira con conciencia, se convierte en energía que sube al cerebro, nutre el alma… y sana.
La sexualidad vivida con intención es medicina.
Y el hombre que lo entiende transforma sus caricias en arte, sus besos en caminos, y cada movimiento en una danza de placer profundo.
La vagina guarda muchos secretos…
Pero hay uno que no se toca con los dedos:
el punto divino.
Ese que vive en el oído.
Porque cuando una mujer escucha ternura, deseo, poesía o verdad mientras su cuerpo vibra…
Cuando la palabra se vuelve caricia, y el sonido se mezcla con el gemido…
Entonces ya no están teniendo sexo. Están creando alquimia.
Y ahí…
Ella ya no solo gime, te siente.
Ya no solo se entrega, te honra.
Y tú, hombre que sabe amar,
serás para siempre su recuerdo más hondo.
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